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  • Foto del escritorMaría Mondéjar

"Me piden más flores por teléfono"

Reme tiene 61 años, nació en Monóvar y saltó de un negocio familiar sobre calzado a una floristería que aún es santo y seña de esta población, El Señó. Es entrevistada por María Mondéjar.



Buenos días, Reme. Me apetece mucho conversar contigo de temas especiales, sobre la floristería y sobre tu vida, aunque seamos compañeras desde hace años.

“Lo pregunto todo y me cuenta todo. También a la familia que vienen a por un ramo para un familiar. Me pongo a su lado, con su pena, me duele. Salgo y les doy un abrazo”

¿Cuánto tiempo llevas en la floristería? Hace 37 años estoy en la floristería. Mi madre vendía huevos y flores en el Mercado. Paso el tiempo y yo no quería estudiar. Cuando mi madre iba a Novelda a por las flores, los de aquel puesto le animaban a ella a que me montara una floristería. Con cuatro duros me montaron un mostrador, incluyendo flores artificiales que compraron en Valencia. Mi familia tenía una tienda de calzado e incluyeron a lado de la puerta un cartel que rezaba: "Si usted desea algo cosa pulse el timbre de la izquierda". Y cuando venía alguien por flores bajaba. Mientras tanto estaba en la máquina haciendo zapatos. Pero no me gustaba, me daba tiricia.


¿Te gustan las flores de colores? Sí, todas.


¿De qué depende la venta de unas flores y otras? De las fechas. Por ejemplo, ahora en Navidad se venderá mucho la poinsettia, ésta que es roja, la de Pascua. Tengo unos clientes que todas las semanas vienen por clavel blanco.


¿Cómo vas actualmente? Va bien, la clientela tiene muchos años. El negocio se mantiene gracias a la clientela fija. Todos los días no vendemos 10 ramos de flores. Aprovechamos las fechas importantes que compensan, como los Santos, San Valentín, etc.


¿Es fácil hablar a los clientes? Es muy fácil, porque llevo mucho tiempo. Luego, salgo de aquí y en otros ámbitos soy callada. Una profesora de jardinería, compañera de mi hija, me está animando a que realice una actividad de enseñar a hacer centros de Navidad. No me apetece, pero si me acompañas me animo. ¿Te animas?


Vale, en principio sí. Sigo con la entrevista. ¿Cómo me ves de ayudante? Eres mi mano derecha, indispensable para mí. Una gran motivación tenerte al lado. Para que sepan los demás lo que haces: barres, controlas el calendario de la tienda, etiquetas ramo a ramo la cantidad de cajas de flores artificiales que compro para días especiales como los Santos. Eres muy trabajadora.


¿Se vende igual que antes? Qué va. No se vende como antes de la Pandemia. Mandábamos ramos a los domicilios y a las fábricas. Eso de tanta celebración se ha parado. Las flores a las que no doy salida tengo que tirarlas. Aquí hay pérdidas. Por eso tengo que medir bien los pedidos.


¿A qué hora tienes más clientes? Normalmente por las mañanas, tanto para el que tiene que mandar un ramo, como la persona que va al cementerio.


¿Aún se venden ramos por amor? Sí, en San Valentín. Aunque el amor existe todo el año, por lo que tenemos este córner para quien se anima. En este caso, vienen más hombres. En Sant Jordi, se vende menos pero tengo ocho clientes fijos para esa fecha. Para las fechas especiales cuento con la familia. Las hijas y otros familiares cogen días libres en sus trabajos para echar un cable. Lo han hecho toda la vida. Entre otras razones, por eso mis hijas no han elegido la misma profesión que yo... Jaja.


Jaja. ¿Qué se vende más? La rosa, las macetas y las orquídeas.


¿Cuántos centros de flores hacéis normalmente? 6OO.


¿Dónde compráis? Casi todas las flores, sobre todo, las rosas viene de Holanda. Antes había invernaderos al lado del aeropuerto pero ahora se han convertido en negocio de coches de alquiler.


¿Te hacen pedidos por teléfono o personalmente? Ya me hacen más perdidos por teléfono. Yo he tenido siempre muy buena relación con mi clientela. Cuando hicimos la reforma le decía que tenían que comprar más, porque había que pagar la reforma. Ya mis clientes son mayores. Muchos han muerto. Cuando me jubile, la mitad de las personas que me han acompañado ya no los tendré.


¿Y la tecnología? Me cuesta un montón. Pero mis hijas me hicieron web y ahora me pagan por bizum también. La gente joven os habéis hecho muy cómoda.


¿Qué momento especiales has vivido gracias al trabajo? Todos los días. Cada ramos que vendo es para un nacimiento, aniversario o para gente que se va a casar.


¿Les preguntas la historia que hay detrás? Claro, lo pregunto todo y me cuenta todo. También a la familia que vienen a por un ramo para un familiar. Me pongo a su lado, con su pena, me duele. Salgo y les doy un abrazo.


¿Alguna anécdota? Una vez le llevamos un ramo a una persona y no lo quería. Se ve que estaba su pareja en casa y el regalo procedía de otra persona. Por eso hay que ser discreta también en este negocio.




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